Pero antes de que Ed. Expunctor pudiese abrir la boca para dar explicación alguna, se vieron sorprendidos por los gritos de alguien que desde dentro del barco les preguntaba si estaban bien. Apenas se habían percatado de la presencia de vida humana en aquel navío, cuando vieron descender una escalerilla confeccionada con cuerdas tensadas y un tanto roídas. Se miraron buscando un signo de aprobación y, tras una supuesta conformidad, Mem asió la rústica escalera y comenzó a trepar.
Uno tras otro ascendían hasta la cubierta del barco. Se ayudaban a subir, pues a algunos la extensa longitud de la escalera les producía fatiga. El último en llegar fue Jony, quien, en un torpe paso final, recibió un fuerte golpe en su pie. Se encontraban inciertamente a salvo cuando Chufowski comenzó a agitarse.
—¡Susi, por Dios, Susi!—gritaba angustiado. Sin pensárselo dos veces, se arrojó de nuevo al mar frente a la atónita mirada del resto. Duckland se apresuró a asomarse para buscarle entre las olas y los demás la imitaron en distintas partes de la cubierta. De pronto Chufowski apareció trepando la escalera casi sin aliento con su muñeca hinchable en la mano.
—¿Pero qué has hecho? Te podías haber matado —replicó Prometeo
—Tenéis que entenderme. Han sido muchos ratos juntos y no podía dejarla ahí, sola y a la deriva, pobrecilla... —explicó Chufowski.
—Estás hecho un romántico —concluyó Nuevo Ícaro.
Antes de que la reprimenda llegara a su fin, fueron interrumpidos por la presencia de un extraño marinero.
—Bienvenidos al Inercia—les dijo el patrón del barco.
—¿So..., sois piratas?—preguntó una asustada Arenas.
—Hombre, de vez en cuando nos bajamos cosas del Emule —respondió el capitán.
De pronto un fuerte golpe de viento agitó la vela mayor, causando un ruido tan estruendoso que hizo que todos se asustaran.
—No os preocupéis, ya os acostumbraréis a este sonido —tranquilizó el marinero.
—¿Acostumbrarnos? —exclamaron todos al unísono.
El capitán del Inercia les explicó que el gobierno internacional había aprobado la “Ley de dependencia marítima”, y ahora los barcos que recogían náufragos obtenían una comisión al llegar a puerto. La pesca flojeaba y aprobaron esa medida para que los marineros consiguieran algún dinero extra. Así pues, sólo tendrían que firmar el impreso oficial 32-B de Naufragio Interoceánico y se les ofrecería comida, ropa y camarote durante el trayecto.
—¿Y hacia dónde se dirige este barco? —preguntó Mem.
—Vamos dirección al Mar del Norte, a pescar gamburrinos —respondió el capitán—. Tenéis la opción de firmar el impreso y acompañarnos a mí y a mi tripulación, os aseguro que no os faltará de nada. En caso contrario, os arrojaremos al mar.
—Qué miedo da esto —susurró Duckland—, seguro que en este barco hasta viaja el chupacabras.
—Claro que en este barco viaja el chupacabras, niña —resolvió el capitán mientras se reía—. En realidad se llama Jacinto, pero es tan feo que su madre, en vez de darle el pecho, le daba la espalda —y continuó riéndose.
Desconfiaron más que nunca de aquel hombre y de aquella situación. Le pidieron al capitán un tiempo para pensar sobre la oferta y comenzaron a analizar los pros y los contras.
—¿Tú que sacas de todo esto? —preguntó Ed. Expunctor a Darksunrise.
—Querido, yo de esto saco un reportaje a doble página con una foto abriendo a tres —respondió.
—Ícaro, ¿tú que piensas? —volvió a interrogar Ed.
—Que no sé si tendré orujo suficiente para todo el viaje.
—¡Por dios! —exclamó Ed, enfadado—, ¿es que nadie me va a dar una respuesta? Prometeo, ¿qué dices tú?
Prometeo miró al capitán de reojo y le preguntó si tenían cuarto de baño en el barco. El marinero asintió.
—Pues digo que mejor aquí que en el mar, que la arena se me mete por… —pero antes de que Prometeo hubiese terminado su frase, Ed ya estaba formulándole la pregunta a Arenas.
—Arenas, ayúdame. Como anfitrión me siento responsable de lo que nos pase a todos y me angustia tomar esta decisión. No sé cómo lo consigue la Preysler. ¿Qué hacemos?
Pero Arenas había enmudecido. Por momentos perdía el color de su tez y su mirada parecía alejarse en el horizonte. Ed. Expunctor se plantó frente al capitán del Inercia y con gran seriedad exclamó:
—Sí, aceptamos barco como animal de compañía.
El capitán dio orden inmediata de zarpar y, con el barco en movimiento, pidió amablemente a todos que les siguieran para enseñarles las instalaciones y presentarles a la tripulación. Mientras se adentraban, comenzaron a plantearle todo tipo de dudas al capitán. Mem preguntó si tenían comida light en la cocina del barco; Jony preguntó si, ya que tanto tiempo miraban al cielo, conocían la Estrella de Levante; y Nuevo Ícaro lo interrogó acerca de varios opiáceos hallados en las algas de los fondos oceánicos.
Solo Ed. Expunctor reparó a medio camino en que Arenas no se había movido de su sitio. Corrió hacia ella realmente preocupado.
—Arenas, ¿qué te pasa? —preguntaba mientras la zarandeaba.
Arenas, aún ausente, le miró y abrió su libro de Expediente X por una página. El barco que allí aparecía fotografiado era el Inercia.
7 comentarios:
Juas, juas, juas... Vaya movida...
Vale. Lo estaba deseando...
Darkie, no se qué me gusta más, si la recogida de Susi o la estrella de levante... Muy bueno!
Ed. No te inquietes. Los haré dormir, es lo único que os voy a decir.
Pero necesito de los tres días para documentarme bien... BWA HA HAAA!!
Dark, me ha encantado y me he reído mucho. ¡Qué gran sentido del humor tienes!
muy divertido y ocurrente Dark, a ver adonde nos lleva la inercia, o el mar o la corriente o vete tú a saber...
Muchas gracias a todos, rebonicos!! Besisss
Esta novela es superdivertida me rio mucho.
mem.
Apasionante viaje el que nos espera. Por cierto, debería haber un médico entre la tripulación, y que mire de una vez el maltrecho pie de Jony, que se empieza a poner de un color extraño, y la primera premisa es no matar a los personajes.
Muy bueno Dark, enhorabuena.
Publicar un comentario