jueves, 1 de mayo de 2008

X. El Capitán Urrutia

Llevaban sentados a la mesa del Inercia alrededor de un par de horas y casi no se distinguían los náufragos de la tripulación, tal era la algarabía y el compañerismo con que los marinos habían acogido a la asustada compaña.

Simón, el cocinero de Triana, había señalado la suerte de haberlos recogido al inicio del viaje, con las despensas llenas de encurtidos y cecina. De haber sido más tarde, otra suerte habrían corrido los hambrientos muchachos.

Ed había llevado a la mesa a Arenas, que parecía absorta mucho tiempo después en la coincidencia del grabado de su libro. Estaba decidido a mantenerse como el perfecto anfitrión y voz legal de los atribulados náufragos.

—Y díganos, capitán…

—¡Capitán Ignacio Urrutia Salcedo, para serviros, muchachos!

El tono era el propio de un banquete de tal guisa: hombres de mar que se empujaban con los codos mientras sostenían entre sus fauces carnes, salsas y vino y que reían, gritaban y empujaban a los comensales a participar de sus sanas costumbres.

—Capitán Urrutia, díganos, ¿sabría usted decirnos qué ha pasado en la costa, el por qué de los desprendimientos?

—Que por qué la casa de éste está en el fondo del mar, matarile, vamos —apuntó Chufowski. Rebañaba el plato sin apartar los ojos de las costillas de cordero, igual que el resto. La curiosidad y el miedo resultaban secundarios frente al hambre y al cansancio. Ya habría tiempo para las preguntas una vez calmada el ansia y llenada la tripa.

—Bueno —seguía el capitán, despreocupado, dándole un bocado a un gran tomate—, no es de extrañar para los que lo vemos desde aquí. De cuando en cuando, el mar se cobra sus feudos. Lo que el hombre le quita al mar, más tarde o más temprano este lo reclama y, por lo general, se lo toma sin miramientos.

—Pues entonces, Ed, tío, tu padre no ha debido pagar a hacienda desde ni se sabe… —Jony apuraba la cerveza de su vaso, el tercero.

Terminaron de cenar y, mientras la tripulación recogía los platos, el capitán invitó a los nueve a seguirlo. Tocaba instalarlos en la suite de lujo, bromeaba mientras los conducía por las dependencias del humilde pesquero.

—Espero que podáis dormir bien aquí —abrió una puerta y mostró con la mano abierta una estancia que parecía ser un despacho no muy grande. Paredes en madera blanca, algunos mapas, algunos grabados. Alguien había retirado los muebles centrales donde ahora se amontonaban cinco colchones, un montón de mantas y un par de almohadas—. Disculpad que no sea más amplia ni más cómoda, pero es todo lo que hemos podido hacer.

—¡No se preocupe usted!

—¡Gracias por todo!

—¡Ya lo creo que dormiremos!

—¡Susi duerme conmigo!

—¡Susi duerme en el pasillo por mis cojones!

—¡No me piséis el pie que os degüello!

Todos hablaban a la vez mientras el capitán cerraba la puerta tras de sí. El agradecimiento por el sustento y el rescate se sumaba a la inminente idea del reparador sueño. Y así, apiñados unos contra otros, dejaron a un lado las sospechas y la razón y se dejaron llevar por el más necesario de los descansos que ninguno de los nueve podía recordar.

* * *

— Duck, Duck… —Arenas recalcaba el hombro de Duckland con un par de dedos intentando despertarla. Obviamente le estaba costando.

—¿Arenas? —Ed la llamó. Estaba todo muy oscuro. Las claraboyas que al principio dejaban ver que el camarote dormitorio coincidía con el nivel del mar ahora solo mostraban una densa oscuridad en la que se filtraba una leve y mortecina luz. Poco a poco empezaron todos a desperezarse, revolverse, empujar a los que más cerca tenían. Ninguno tenía claro el número de horas que podían llevar durmiendo.

—¡Uff…, que alguien me saque el codo de los riñones, joder! —Ícaro no lo sabía, pero no era un codo lo que Prometeo apuntalaba en su espalda. Mem aulló. Dark todavía dormitaba y al girarse le lanzó una mano sobre la cara.

Jony mordisqueaba una manta y, a sus pies, Chufowski, que se había salido del improvisado catre y se desperezaba ahora, boca arriba, sobre los desechos henchidos de la hinchable deshinchada.

—Eh, vosotros… —Arenas había dormido lo necesario para aclarar las ideas. Un pálpito amenazante le había impedido recrearse en el sueño. Hora de despertarlos a todos. Había que salir de allí como fuera porque algo no parecía ir bien, si es que, a esas alturas, algo allí había ido bien.

Con cuidado se puso en pie y trató de salir del colchón gigante sin pisar a nadie.

—¡¡AUCH!! —gritó la oscuridad.

—Perdona, Jony —inmediatamente Arenas imaginó dónde habría pisado al bueno de Jony.

—¡Ha sido mi pie el que has pisado! —Prometeo regañó, implorante y confundido. Jony sonreía en silencio mientras soltaba su pie, que en un acto reflejo había recogido entre sus manos.

Arenas trató de encontrar un interruptor palpando la pared, pero no pudo dar con él. Un extraño olor a hierro y sal la desconcertó. Las paredes estaban rugosas, más de lo previsible. Y rezumaban. Decidió abrir la puerta. Algo de luz ganarían con ello a buen seguro.

Lo que pasó después eliminó cualquier rastro de sueño o vigilia de sus ánimos.

Al entrar la luz todos pudieron ver cómo la estancia en la que se encontraban, que hasta hace un momento era un camarote moderno que servía de oficina y biblioteca, era ahora una jaula oscura de algas y madera podrida. Como si el barco se hubiera hundido cien años durante las horas de sueño de sus invitados.

Todos se incorporaron rápidamente y empezaron a palpar las paredes, a tocar, nerviosos, cada uno de los objetos oxidados y enmohecidos del dormitorio del Inercia.

—¿Pero qué coño es esto?

—¿Qué está pasando aquí?

—Ed, ¿tu sabes algo?

—Duckland, ¿qué dice tu libro?

—¿Quién se ha llevado mi petaca?

Al cabo de un rato los nueve se habían recuperado del susto inicial. Ed, Dark, Ícaro, Mem y Prometeo habían decidido salir fuera de la habitación en busca de alguien a bordo del Inercia puesto que parecía que, aunque había cambiado de aspecto, el navío seguía teniendo la misma disposición. Arenas, Jony, Chufowski y Duckland se habían quedado en aquella habitación para repasar los libros de ambas junto a la réplica del barco que aún conservaban y tratar de aclarar algo de todo aquello.

Un poco más de media hora después, Dark apareció en la ajada puerta del camarote-dormitorio.

—No os lo vais a creer. Aquí no hay nadie más. Además, parece que es de día pero hay una niebla impresionante —sobre su hombro asomaron Ed y Prometeo.

—¿Vosotros, qué? ¿Habéis sacado algo en claro? —Ed adelantó a Dark y se clavó en medio de la estancia, junto a los colchones aparentemente inmunes al encantamiento y nuevamente amontonados.

Jony y Duckland, sentados sobre una manta, levantaron la vista de la miniatura del barco. Ciertamente ahora parecía tratarse exactamente del mismo barco en el que estaban. Chufoswki alzaba a Arenas por las rodillas. Había un viejo astrolabio en lo más alto de lo que se adivinaba una estantería, llena de moho, algas y mejillones salvajes.

—Nada. Desde locura colectiva o folie a deux o a nueve hasta que nos hayamos reducido y estemos en el interior de esta maqueta creando un bucle infinito —Duckland levantaba ante sus ojos el pequeño barco, como queriendo verse a través de los maderos—.

—Yo estoy más con lo de la locura colectiva —sentenció Jony.

—¿Dónde están Ícaro y Mem? —Chufowski bajó de golpe a Arenas y el pesado astrolabio dio contra el suelo, rompiendo la verdosa tabla podrida y dejando ver una oscura oquedad nada halagüeña.

Prometeo, que seguía tras Dark en el quicio de la puerta, se inclinó hacía atrás mirando en ambas direcciones y de nuevo a Dark.

—Venían justo detrás, ¿no?

Pronto el suelo comenzó a temblar. Como una lluvia de piedras que azotaba los maderos del techo y los hacía crujir entre sí. No se sobresaltaron por mucho tiempo cuando reconocieron los apresurados pasos de Ícaro y Mem.

—¡No os lo vais a creer! —gritaban los dos, a destiempo. Mem traía un rollo de papel en la mano.

—Eso ya lo he dicho yo —Dark, celosa informadora—. ¿Qué es eso? ¿De dónde lo habéis sacado?

Ícaro intentó arrancar de las manos el papel a Mem que, con un empujón, no solo se zafó de las manos de Ícaro sino también del resto. Con dos zancadas se plantó frente a los colchones y desplegó el manuscrito: un viejo papiro que mostraba un grabado de la costa murciana y que estaba fechado en 1751.

—Bueno, un mapa, vale. ¿Y qué? —Prometeo encogía sus hombros dentro del círculo que entre los nueve habían formado alrededor del viejo pergamino.

—Esto tiene que estar mal —sentenció Ed sin levantar la vista.

—¿El qué, Ed? —Dark había dejado su nota de humor en el pasillo.

—Fíjate bien y dime quién dibujó este mapa.

(* clic para ver detalle)

8 comentarios:

ed.expunctor dijo...

Qué grande el Capitán Urrutia con su mapica de la costa murciana...

Thedarksunrise dijo...

Muy bueno, pequeña :) Excelente documentación cartográfica xDDD Gracias por dejarnos dormir un ratico.

Anónimo dijo...

..joder, que manera de complicarlo todo..los siguientes vamos a tener que tirar de google earth y todo..
Duckland, relato soberbio, chispeante...me parecía estar viendo Piratas del Caribe..sólo faltaba el hombre pulpo..pero tenemos a Susi..

Nuevo Ícaro dijo...

Es un relato genial,y muy trabajado, la trama se complica enormemente.
Por cierto, yo creo que el que debería dormir con Susi es Prometeo, lo he notado algo tenso.XD

Duckland dijo...

Ni el Google Earth ni el Libro de Petete... La historia puede seguir perfectamente sin mirar el mapa, no? XD

Gracias mil. Me alegro que os haya gustao leerlo tanto como a mi escribirlo.

Arenas dijo...

Vaya! Casi creía que íbamos a empezar a envejecer aceleradamente perdidos en ninguna parte de las aguas de los mares del norte... ;-)
Muy bien escrito, Duckland.
Un saludo.

prometeo dijo...

Muy bueno Duck. Por cierto, un inciso. Os tienen engañadas con el tema de las poluciones al despertar. Un mito niña. Leyenda urbana. No muy diferente al de la autoestopista de la curva o al de los cocodrilos ciegos de las cloacas de Nueva York. Lo que ha pasado es que uno no es de piedra, y Nuevo Icaro es Nuevo Icaro XDDD. Algo decepcionante que fuera lo único X de tan insigne, numéricamente hablando, episodio.
En serio, un texto muy bueno y muy bien escrito. Enhorabuena.

Duckland dijo...

Gracias mil, Arenas. Me honras, pardiez!
Prometeo, hijo mio, yo no sé a cuantas conoces tu "engañadas" pero yo no he dicho nada de poluciones ni insinuaciones de semejante índole.
Y si no hay más X es porque, hasta ahora que sabemos que ibamos drogados, una nunca sabe a qué atenerse! XD
Gracias pequeños!