domingo, 11 de mayo de 2008

XIII. El cártel del Estrecho

Era evidente que el grupo de amigos no sospechaba de qué calaña eran aquellos que se acercaban acechando entre las rocas y las calas. Eran incapaces de sospecharlo porque, hasta entonces, les habían pasado inadvertidos.

Fue unos minutos después cuando a Markatwo le cambió la cara al atisbar unos bultos negros a babor, en paralelo a la costa. Sabía de oídas lo que ocurría por aquella zona, solo de oídas, ya que, a pesar de llevar tanto tiempo navegando por allí, nunca había visto nada sospechoso. Pero ahí estaban... Una lancha negra se dirigió hacia el velero a toda velocidad, custodiada a lo lejos por tres más que Markatwo no pudo ver.

Los capos del cártel del Estrecho habían elegido como base el Mar Menor de Murcia, ideal como punto de distribución para Murcia, Alicante, Valencia y Andalucía. Sabían que las dos únicas embarcaciones de la Guardia Civil de servicio marítimo que se dedicaban a combatir la introducción de inmigrantes en pateras, el contrabando de droga y las infracciones de pesca estaban averiadas, lo cual había desembocado en toda clase de delitos a lo largo de la costa murciana y alicantina.

Se gastaban fuerabordas Yamaha v6 capaces de volar sobre el mar a 130 kilómetros por hora, unos 45 nudos.

La primera lancha se acercaba al barco. Markatwo izó velas y se dispuso a poner el motor en marcha, pero... ¡¡Mierda!! No arrancaba. Siguió intentándolo mientras su cara se desfiguraba. A Ed. le bastó una mirada a su amigo para comprenderlo todo. Miró a babor y vio cómo aquel fueraborda negro se acercaba a toda velocidad. El resto del grupo, sin embargo, no se percató de nada: reían y bromeaban sobre todo lo que les había pasado desde su encuentro. Era evidente que el grupo era una piña y que sus miembros habían congeniado perfectamente. Pero las cosas iban a empezar a tambalearse muy seriamente.

De repente, Markatwo, después de varios intentos más para arrancar los motores y viendo que aquella gente iba a abordarlos, desistió y se dirigió a sus amigos:

—¡Eh, chicos! Tenemos problemas, el motor no arranca y se acerca gente rara, dejadme hablar a mí —les dijo, intentando mantener la calma.

Cuando la lancha se puso a la altura del barco, paró el motor. Ed. se puso al lado de su amigo y dijo:

—¡Hey! Buenas tardes, hace un buen día para navegar, ¿eh?

—¿Buen día? Claro, cuates —gritó el hombre más robusto y de mayor edad de los cuatro. Sus vestimentas eran raras: salvo uno, el resto se veía que no eran de nacionalidad española. Antes de que nadie pudiera hacer nada, los hombres del fueraborda habían abordado el velero. El que parecía estar al mando miró al grupo mientras sacaba de su cinturón una pistola que Jony reconoció como una Smith & Wesson. Mem, sin embargo, reconoció aquel fusil como una Maschinenpistole 40, una reliquia más para asustar que para matar. En cualquier caso, los otros tres hombres sacaron sus armas y les apuntaron, mientras los diez amigos se apelotonaban en la popa del barco, temerosos de lo que pudiera pasar e incapaces de hacer nada al estar siendo apuntados por cuatro armas de fuego.

Todos comprendieron que después de aquella exhibición no los iban a dejar irse de rositas, y sus caras se pusieron de todos colores. Mientras el hombre robusto les apuntaba, los otros tres entraron en el camarote, y los diez pudieron oír cómo lo ponían todo patas arriba: abrían cajones, levantaban la cama, rompían las tablas...

Arenas se había quedado justo detrás de todo el grupo, al borde de la popa, y, aprovechando su ubicación, cogió el móvil e intentó llamar a la policía, pero sólo quedó en un intento, porque vio enseguida que no tenía cobertura. Nuevo Ícaro, que vio que Arenas no lo conseguía, cogió su móvil y marcó el 112. Si no hubiera sido por las voces de aquel hombre, que preguntaba enfadado que dónde estaban los fardos, se habría oído al operador del 112 a través del teléfono preguntando:

—¿Sí, diga? Buenas tardes, aquí emergencias. ¿En qué puedo ayudarle? —pero ante la impotencia de no poder contestar, Nuevo Ícaro colgó y se dispuso a mandar un mensaje. Sin embargo, aquel hombre robusto notó algo raro: el sonido del móvil fue delator. Se abrió camino a través del grupo, se fue hacia Nuevo Ícaro y lo empujó de una forma brutal. Cayó Nuevo Ícaro al suelo ante la sorpresa aterradora de todos, que se lanzaron a la vez para ayudar a su amigo.

Tras el incidente, el tono de voz y el semblante del hombre se puso más serio:

—Déjense de tonterías, pendejos, y empiecen a cantarnos dónde diablos guardaron el pinche alijo de jachís, putos, o ya verán las madres que rompemos hoy.

—Wey —dijo uno de los que salían del camarote—, en este pinche barco no hay ni un putito fardo.

—Espere, mijito —añadió el siguiente en salir del camarote—, a mí me suena que acá debajo —mientras golpeaba el suelo del barco con los tacones de sus botas— no suena tan güeco como debería, man.

—Sí, man —precisó el tercero en salir—, a mí me da que estos pinches cabrones han ocultado la mercancía acá debajo...

—Conque esas tenemos, wey... Ta güeno, pendejitos, tendrán que acompañarnos hasta que finalice la operación, no queremos problemas ni muertos...

Tras un largo silencio, el hombre volvió la mirada al grupo y añadió:

—Ya pueden subir a nuestra lancha, putos, y cuidado con lo que hacen... Que no queramos muertos no quiere decir que nos tiemble el dedo cuando agarramos nuestras escuadras, ¿ven? —les advirtió, mientras les apuntaba a todos a la cabeza—. Y ya pueden tirar los móviles y demás pendejadas al mar. Y como vuelva a ver alguno les vuelos sus pinches cabezas, cabrones.

Los ocho metros de eslora eran suficientes para llevar a los diez amigos, que tiraron sus móviles conforme subían al fueraborda, y a dos de los traficantes. Los otros dos se quedaron en el velero y empezaron a desplegar las velas.

Cuando estuvieron en la lancha los diez amigos, a quienes ordenaron quedarse sentados y apiñados en la proa, pudieron ver lo que allí había: paquetes de medio metro cuadrado, en bolsas negras, atados como las alpacas de paja. Había dieciocho. Aquello parecía un cargamento muy importante.

Entre ellos empezaron a murmurar y, mientras se ponían en marcha el fueraborda y el velero comenzaba a navegar detrás de ellos, escoltado por aquellos tres bultos que sólo ahora se habían hecho visibles para todos, a preguntarse qué pasaría ahora con aquel extraño cargamento humano y de hachís, y adónde los llevarían, y si era verdad eso de que no querían problemas..., ni muertos.

8 comentarios:

Anónimo dijo...

Que panza de reir yo creo que este capitulo doble deberia tener una explicacion.
Como era mi turno escribo mi capitulo y me voy a publicarlo y no puedo,le mando a Ed. por correo el capitulo y le pido que lo publique...consigo subsanar el problema y me encuentro el capitulo doblemente publicado pero...Jaaaaaajajajaja! Ed. me ha metido frases nuevas como cuate,pendejo y no se que mas.
¿te has flipao??jajaja.

mem.

me ha gustao.

ed.expunctor dijo...

Lo del capítulo doble (que se ha publicado dos veces) ya está corregido. Si alguien quiere ver la Versión Original que curiosee en las el editor de entradas.
He tenido que introducir algunas frases en el capítulo de Mem por exigencias de coherencia narrativa. Es que si no no íbamos a ningún sitio... Mem, todos los elementos del relato tienen una lógica. Por ejemplo, los personajes que hablan en mejicano tienen que seguir hablando así..., etc.
A ver Nuevo Ícaro pa' dónde nos lleva la inercia de tu pluma..., digo, de tu bolígrafo, que no haya malentendidos XDDDD
Paz!

Arenas dijo...

Vaya, parece que la inercia nos lleva desde los delirios de ultratumba y conspiraciones a la novela negra...O a la película americana de acción.
Veamos cómo me llega la historia.A este paso quién nos dice que no estamos en otra galaxia... :-)
Un saludo, Mem

Nuevo Ícaro dijo...

Joer, acojanado me tenéis, a ver como salgo de este embrollo, lo intentare pero no puedo prometerles nada pendejos.¡Ay mamasita!

Anónimo dijo...

..¿alguién tiene algún cursillo acelerado de "mexicano"?..:-) , porque si seguimos mucho con esta gente,,vamos a acabar hablando como ellos...de todos modos veré "amores perros" para familiarizarme con la lengua.

mem..muy bueno. Esto se pone cada vez más divertido.

Jonathan dijo...

Me ha gustado mucho :D
En realidad yo tengo cierta debilidad por los Narcocorridos... y de ahí saqué mi mexicano improvisado (weyyy).

Me ha temblado el pulso con la mp4, precursora de la mp5 que se podía comprar en el Counter Strike (un juego que me tenía viciado de adolescente) pulsando b,3,1.

Un saludo a todos ;) Me está gustando mucho esta historia, realista y creible :D

Anónimo dijo...

Jony,esta historia,esta basada en hechos reales,efectivamente "el cártel del estrecho" opera en esta zona,y las lanchas de la guardia civil estan averiadas.
real como la vida.
mem.

Duckland dijo...

Pues estoy con Chufowsky, mi latino es más de venezuela que de mejico, a ver cómo lo vamos a arreglar...

Y ya que vamos por la parra de la acción -por cierto, muy agil, mancantao!-, le pago una mariscada (de gambas a la plancha, que la cosa esta mala) al que sea capaz de meter a Chuck Norris de forma COMPLETAMENTE justificada en nuestra Inercia. XD

PREGOOO!!! Ay, no coño, que eso es de otro país...